viernes, 8 de junio de 2007

UNA MESA INTERESANTE

En la feria del libro Bs As 2007 .Acto fundación Argentina para la poesía .Juntos Antonio Requeni , María Granata , Federico Peltzer Alfredo De Cicco y por supuesto, buena poesía .

FERIA DEL LIBRO BUENOS AIRES 2007



El poeta César Vargas y Leonor en el stand de la provincia de Córdoba

MENCIÓN DE HONOR


Leonor Mauvecin recibe Mención de Honor en el acto de entrega de premios


La Fundación Argentina para la Poesía
tiene el agrado de comunicar el nombre de los ganadores
del Certamen de Poesía “Dr. Nicolás Dodero”

Primero Noemí Beatriz Santiago
Segundo Ruth Fernández
Segundo María del Mar Estrella Gutierrez
Tercero Rubén Balseiro
Mención María del Carmen Suárez
Mención Noland Thaissen
Mención Leonor Mauvecin



al acto de entrega de los correspondientes premios
que se realizó el martes 24 de abril, a las 16,
sala Leopoldo Lugones,
Feria Internacional del Libro.
Buenos Aires 2007

EN LA REGIÓN SECRETA DEL LENGUAJE


Nacida en los últimos cincuenta años
del segundo milenio, Leonor escribe.
En la región secreta del lenguaje
en la memoria, anuda símbolos.
Teje y desteje,
busca
donde mirar y ver y descubrirse.

Carta de Federico Peltzer

El tesorero de la Academia Argentina de Letras

Buenos Aires, mayo 29 de 2007.
Señora Leonor Mauvecin.
Estimada poeta:
He leído con interés su libro de poemas "La caja de madera". El mundo familiar es un recinto a menudo fuente de riqueza para el poeta que quiere evocarlo. Creo que éste es sus caso y que ud., certeramente, trae a las palabras de hoy las presencias de ayer, y junto con ellas la casa mal vendida ("como las esclavas en el puerto"), los objetos,todo lo que atesora la memoria en su afán de rescate.
Elllo dicho en un lenguaje puro, sin acudir a recursos complejos , pero capaz de trasmitir la emoción que detrás se rescata en un afán evocador.
La felicito por su libro y le agradezco su envío

Federico Peltzer

Los poetas comentan la CAJA DE MADERA

From: Rafael F. Oteriño
To:
Subject: La Caja de Madera
Date: Sat, 13 May 2006 19:24:33 -0300

Estimada Leonor: he leído su libro. Cautiva esta saga familiar escrita con versos de limpia transparencia. Así nace la poesía: como una insistencia. Pero de la mano de algo o de alguien, y Ud. lo confiesa: "con mis fantasmas escribo". Es muy honesto y bello. La felicito, R. F. Oteriño





Querida amiga:
Muy bueno tu libro "La caja de madera", que me diste en la Feria del Libro. Me alegro que sigas creyendo que la poesía todavía sirve para transmitir sentimientos, pensamientos, emociones, y que lo hagás usando el viejo y noble oficio, tan maltratado por lo propios poetas. Lo he leído con verdadero interés, siguiendo la saga familiar que subyace en la trama, y sobre todo el buen hacer poético.
Cordialmente, Santiago Sylvester

Comentario de la Voz sobre LA CAJA DE MADERA

Autobiografía desesperada
Por Carlos Gazzera l De nuestra Redacción.
cgazzera@lavozdelinterior.com.ar

En este poemario autobiográfico, sutil, la autora logra desplegar todas sus fuerzas poéticas para desenhebrar las fibras que la constituyen como mujer, como hija, como madre, como esposa, como poeta. En cada verso algo parece volverse impalpable y en esa transformación la poesía cree alcanzar a la vida. “Mi prima tiene guardados / a los abuelos / y a los tíos abuelos / en una caja de madera. (… ) Mi prima los embriaga cada noche / con su cuota de whisky y de olvidos. / Deja respetuosa el vaso / sobre la caja de madera. / Cada noche / silenciosa / teme despertarlos”.

Leonor Mauvecin recorre, entonces, esa cornisa que es el Yo que se vuelve poético. Están los antepasados, está la memoria, pero está en juego el olvido. No se puede vivir los recuerdos familiares sin el olvido, y esa caja de madera que reúne en un solo polvo lo que ese pasado fue, es la garantía más precisa de lo que hoy se es. “Debo escarbar despacio. / Retirar la hojarasca. / Separar el polvo de los huesos. / Acomodar cada cosa en su sitio. / Saber qué hacer con lo que sobra. / Ordenar las palabras.”

La caja de madera está compuesto por 27 poemas; todos muy breves, todos muy directos, en todos el yo poético se muestra en su voz más íntima, más indeleble. En realidad, todo el libro parece ser un único y largo poema–río que, a modo de una elegía, conjura a los antepasados para dotarlos de una memoria. Refuerzan esta sensación de estar leyendo siempre el mismo y único poema la repetición de ciertas palabras, de ciertas imágenes que se van desagregando en diferentes momentos del poemario y, sobre todo, el total estatismo que configura al yo poético. No hay evolución, no hay transformación. El Yo está asujetado, atado a una operación de olvido-recuerdo. Entonces, lo autobiográfico parece brotar desesperadamente a borbotones: “Escribo en la palma de la mano / en el revés / el código secreto. / Nadie habla en voz alta / pero el ojo de la cerradura / espía y sabe. / Altos los anaqueles / en la biblioteca de mi padre. / Hoja a hoja/ mi infancia / como un reloj de arena/ se desgrana.”

Leonor Mauvecin integra junto a los poetas Sonia Rabinovich, Leandro Calle, Rafael Velazco, Rafael Sucari, Liliana Levín, Alfredo Lemon y Julio Castellanos, un grupo literario que han autodesignado con el nombre de Bajopalabra y que se reúne todos los sábados a compartir sus producciones y a intercambiar sus opiniones sobre los escritos de los miembros del mismo. De esta experiencia surgió La caja de madera. De esta experiencia podemos esperar otras “cajas”. Sólo nos resta conocer si tendrán la misma buena y noble madera.

jueves, 10 de mayo de 2007

LIBRO: LA CAJA DE MADERA


La Caja de Madera
Ediciones Argos 2005 Fondo estimulo Municipalidad de Córdoba


LA CAJA DE MADERA
(LIBRO COMPLETO)


Leonor Mauvecin








La caja está allí, sobre la mesa, a un costado de la sala.
Es la caja que mi tío hizo, con sus manos adolescentes.
Es de madera y mi prima ha guardado en ella, las cenizas de todos nuestros antepasados.









Todos estaban allí y me miraban.



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Mi prima tiene guardados
a los abuelos
y a los tíos abuelos
en una caja de madera.

De madera es el árbol
de los antiguos bosques
donde bebían whisky
y comían plom-pudding
y dormían —como ahora—
con sus duendes,
serenos.
Como las serenas hojas
de los altos árboles
seguras del olvido.

Mi prima los embriaga cada noche
con su cuota de whisky y de olvidos.
Deja respetuosa el vaso
sobre la caja de madera.
Cada noche
silenciosa.
Teme despertarlos.




***




Vengo aquí insomne
de tantas, todas estas palabras
que pugnan por salir de oscuras bocas.
Bendita forma de transitar preñada.
Y yo aquí
rodeada de aire
acorralada
intento el vuelo, y en el borde
veo mis alas convertirse en polvo.
Pero vuelven, inclementes, las palabras
a buscarme
esas que hablan y reclaman.
¿Estoy loca? Pregunto.
¿Qué son todas estas voces?
Mientras crepita el fuego de la hoguera dice:

Juana
Juana
Juana
Abro la boca y canto
por todas las cenizas que sostiene el aire.



***




Nacida en los últimos cincuenta años
del segundo milenio, Leonor escribe.
En la región secreta del lenguaje
en la memoria, anuda símbolos.
Teje y desteje,
busca
donde mirar y ver y descubrirse.


***



Descifrar el secreto, el oculto código,
el signo en el laberinto de la estirpe.

Descifrar en sangre, en palabras
el ropaje de hechicera, ese que fabula y recrea
el primero, el último enunciado.

Templo de palabras que bebo insaciable

Crear y descifrar
íntima tarea que nos vuelve aves
y nos devuelve el vuelo, en el misterio del árbol
en la suave comunión
del pájaro y la rama




***



Mi madre
anduvo entretejiendo exilios
en cada espacio de la casa.

Su madre y su padre
los padres de sus padres
náufragos fueron
en esta travesía del olvido.

Sobrevivientes
volvieron a buscarme
los abuelos a decirme palabras al oído.
Sus vestigios
buscaron en mi sangre

El color de los ojos
la mirada
y este andar entretejiendo historias
por entre las cuatro paredes de la casa.



***




Madre, es Ulises el que navega?
o es Homero el que cuenta que Ulises navega
y Homero navega en brazos de Ulises?

Madre, es Penélope la que teje la espera?
o es Homero el que espera
que Penélope teja su historia
la historia de él y de todos los Ulises
de Leopold Bloom
de Miguel O’ Sullivan
- mi bisabuelo-
que navegó hacia el sur
- hacia el exilio-
desde la tierra de Joyce
de Bloom, de Ulises
y de todos los hombres
para que, como todas las mujeres
Penélope espere
y teja
la trama de la historia.


***



Debo escarbar despacio.
Retirar la hojarasca.
Separar el polvo de los huesos.
Acomodar cada cosa en su sitio.
Saber qué hacer con lo que sobra.
Ordenar las palabras.
Encontrar la punta del ovillo.
Cortar el nudo.
Abrir las puertas.
Y echar de menos
todo lo que falta


***



De niña aprendí a escudriñar fantasmas.
Jugué con ellos en el último altillo.

Me vestí del blanco sudario
con el viento que asusta
y golpea puertas y ventanas.

Y ahora que el tiempo despierta demonios
y esparce el blanco fulgor sobre la sombra,
busco en vano la orilla donde la realidad se instala
y construye simulacros:
ciudades incendiadas, avenidas
y balcones
para mirar con dolor mi propia orilla
desnuda de fantasmas.




***



Almizcle, clavo de olor
la fruta disecada.
Agridulce
el sabor, en la cocina de la casa.
Vuelve allí el navío
con su carga de Irlanda
navega
por los ríos de la lengua
juega.

Abre la tarde su caja de Pandora
y vuelan oscuros pájaros
que develan
antiguos sueños de duendes y fantasmas
insomnes, caminan
el derroteo de un tiempo
que se agosta en vendavales.
Por los contornos de mi casa es abril.
Apenas si me entero
que es otoño
y se olvidarán las hojas.



***



Una clara se espuma
en el cuenco:
Nube.
Azúcar.
Sólo sueños.

La niña en la casa solariega.
Sólo viento.
Una clara se espuma
en el cuenco:
Lágrima.
Azúcar y nieve.
Algún pétalo.

La mujer en la tarde que la habita,
sólo bate
una clara que espuma los recuerdos.




***




Hoy han vuelto.
Por todos los senderos de la noche han venido
a llorar en mi lecho
Delmira Agustini



He vuelto a decir
los nombres familiares
vuelven las cosas
y todo el mundo del olvido , vuelve.
Vuelve
viajero en el aire
en el perfume
vuelve.
Oscuro rincón del olvidado.
Nervadura
en la hoja del otoño.
Vuelve
y se esparce, aroma
entre las cosas
y nos dice
la cifra exacta de los días suyos.


¿ Quién espera?

En el umbral, la muerte
con sus ojos me mira.

Bajo la lámpara
- hago buena letra-
Mi padre y mi madre – escribo.
Los padres de sus padres – escribo.
A la luz de la lámpara
- hago buena letra-
Sola
con mis fantasmas
escribo.
***


Lejos como en la muerte
Siento arder una vida vuelta siempre hacia mí.
De Rosario de Eros. Delmira Agustini



Hay un último libro
ese que no alcanzan las manos de la niña.
Hay murciélagos en los ojos
y un collar de cristales y cenizas.
Late el corazón en medio de la pena.
Vuelan los pájaros y el búho.
Nadie oye el rumor del verso entre las hojas
sin embargo desde el último anaquel el ojo mira.
Susurra Alfonsina [1]
entre las páginas, en otoño
Un pez de papel hunde su silueta
en un mar ilusorio.

Lee la niña y canta
Canta con Gabriela[2]
“ A la ronda / ronda
de papel / tijera
a la ronda / redonda
de la luna nueva”

y muere Delmira[3]
en un hotel de paso
mientras se enhebran
irreverentes
las cuentas del rosario.



****



Escribo en la palma de la mano
en el revés
el código secreto.
Nadie habla en voz alta
pero el ojo de la cerradura
espía y sabe.
Altos los anaqueles
en la biblioteca de mi padre.
Hoja a hoja
mi infancia
como un reloj de arena
se desgrana.



***




Acaso me leías en el agua? Madre
¿Acaso el hilo finísimo de una bujía
escribía en el aire
tramo a tramo los pasos de la niña?
¿Acaso el rey de bastos
la copa
el oro
jugaban?
Kabaláh en la lumbre.
Temblor pagano, el de la mano
- divina mano-
que tira al azar mis cartas
en la mesa.



***




El exilio nos llega por las cosas
Itaca,
es sólo un sueño
nadie teje el regreso.

Teseo ha vuelto, pero
es inútil elevar la bandera equivocada
ya nadie morirá por ello.

¿Qué mal vendí mi casa?
¿Qué la entregué como se venden
las esclavas en el puerto?


***



¿La casa?...la casa flotaba en el aire
La casa del aire. L.Mauvecin



Mañana cuando vuelva
sólo el vacío.

Apenas
los fantasmas
susurrarán despacio.

Palabras
rehenes del olvido.

Yo diré:
—Es el viento—
y cerraré de nuevo
la ventana.


***




Sangre.
Esbozo de un atardecer.
Sangre.
Río de bosques que sollozan al viento.
Sangre.
Canto rodado. En el cauce, arena.
Sangre.
Aroma de encinas
que abre las puertas del pasado
Sangre.
Que me ahoga a borbotones
y sigue regando
las flores del oráculo.



***


Vuelve, ala, sombra,
vuelo,
despeñada.
La rosa
sobre el rosal tardío
oscurecido, como un pájaro
se desangra.


Compro flores en la feria.
Blancas.
Todas blancas.
Flores
que espuman en rosa / sangre
el colorado.

¿No volverá en mí, la rosa?

Imposible —me dijiste—
a la tarde le duele la mañana.


***


A mi padre


Sólo nombrarte jinete de Babieca o Rocinante
Sólo nombrarte – padre-
de vientos y de pájaros y el azul
en la esquina de la casa.
Y un rumor de caballos viene con el agua
y un rumor de páginas
y de voces
y del libro que se abre en el poema
y del silencio.

Desde siempre y de antes - hombre de palabra-
Con todo y tanto y poco y sin embargo
esas tus manos extendidas
abiertas en bandadas
fabricando andamios
colgados nidos
sobre el aire.

***



A Pedro Mauvecin, mi abuelo.

Eran los altos Pirineos de Francia
era la roca, la abeja, el vino,
era el viento
una filigrana de sueños en los ojos,
acuarelas de estío, en el ausente.

Era un círculo de tumbas que se abría
sobre la mesa, como una baraja.
Y un castillo ilusorio con su historia, salvaje,
me contabas.

Era el ajedrez, los botones de perlas,
las zapatillas bordadas y la guitarra.
Y ese andar por caminos polvorientos,
trayendo historias
de aquella lejanía, Catamarca.


El tiempo como siempre se complace
en borrar el contorno del recuerdo.
No volverá el extraño.
Ausente queda.
Ingrata siesta del ayer perdida
que me deja un hoy, en añoranza.


***


A Emilia Ferrer., mi abuela.



Olvidé decirte que se llamaba Emilia como yo.
Que llevaba un brío de caballos en sus ojos
y el porte de criolla con mirada ausente.
Que tenía en el rostro un espejismo
y en la boca una flor.
Que su linaje se trenza con otro
más y más antiguo
y con las raíces del árbol de esta tierra
en cuya sombra caben símbolos y palomas.


***



A Etelvina Imas, mi abuela.


Era tan mujer y tan espectro en los relatos de mi madre
que sus ojazos de vasca me miraron,
que sus dedos de muerta acariciaron,
mi cuerpo en medio de la tarde.
Y subió como un hilo de plata desde el corazón
y su otra cara
donde anidan los sueños perdidos
donde habita el camino que nunca será
y el vino derramado en el umbral de la fiesta.
Pero no queda de ti tan sólo ese pasado inconcluso
Descolorido, en un retrato en sepia.

Aquí estoy mirándote abuela
en el espejo de la niña que fui
como una blancanieves que muerde la manzana envenenada
y queda atrapada en el sueño de la muerte.
Pero confieso que volví contigo
entre las puntillas y los amuletos
entre las luciérnagas y los abanicos arrastrados por el viento.
Entre las palabras
que reinan en el crepúsculo
para estallar en la memoria
cuando la noche hace su pausa
y emerge el ángel de la ausente.
Desconocida
Hechicera
como canción a medianoche
dispuesta a romper los espejos del presente.

Y es un escándalo tu sangre entre mi sangre
agita el monstruo que desfila desnudo
con su rostro invisible
mientras danzamos
tú y yo
vestidas tan sólo de recuerdos
la íntima melodía que nunca envejece.


***


A José O’Sullivan, mi abuelo

Volverás sobre el patio cerrado de la página?
Abrirás para mi
la cerradura del pasado
donde se guardan las palabras
que tiramos al agua del olvido
en el reino sagrado del Ogham?
Huérfanos sin la magia, si la vara de los druidas.
Exilados del prado, del muérdago y la verbena
miramos el retrato de tus ojos
ahogados
en tu océano de noches imposibles
en plenilunio.

¡Ay abuelo!
Bebe
y danos de beber el sueño
de aquellos sueños.
Dame de beber el sabor de la cebada
en el último viaje,
el del retorno.


***


Despierta.
Que en el sueño
los que sueñan
se creen despiertos.
Despierta.
No es Ofelia la que ha muerto
y flota entre las hojas del cedro.
Despierta.
Es la niña que jugaba con el polen,
el amarillo,
el sol
entre las alas del insecto.

En el sueño los que sueñan
no lo saben
y duermen.
En la vida tampoco lo sabemos
y nos sucede la muerte.



***




Ella teme despertarlos.
Silenciosa
cada noche
sobre la caja de madera
deja respetuosa el vaso
con su cuota de whisky y de olvidos

Mi prima tiene guardados
a los abuelos
y a los tíos abuelos
en una caja de madera
de madera es el árbol.




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[1] Alfonsina Storni: poeta argentina (1892-1938)
[2] Gabriela Mistral: poeta chilena (1889-1957)
[3] Delmira Agustini: poeta uruguaya (1886-1914)

LIBRO: LA PIEL DE LA SERPIENTE


LA PIEL DE LA SERPIENTE

Ediciones del boulevard 2000 córdoba Arg
Fondo estímulo de la Municipalidad de Córdoba
(LIBRO COMPLETO)

LA PIEL DE LA SERPIENTE

Y OTRAS PIELES



Se ejerce el caos en las remotas páginas de cierta enciclopedia china donde está escrito que los animales se dividen en:
(a) pertenecientes al Emperador, (b) embalsamados, (c) amaestrados, (d) lechones, (e) sirenas, (f) fabulosos, (g) perros sueltos, (h) incluidos en esta clasificación, (i) que se agitan como locos, (j) innumerables, (k) dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello, ( l) etcétera,( m) que acaban de romper el jarrón, (n)que de lejos parecen moscas.

Notoriamente no hay clasificación del universo que no sea arbitraria y conjetural. La razón es muy simple : no sabemos qué cosa es el universo.

JorgeLuis Borges

El idioma analítico de John Wilkins – Otras Inquisiciones.

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Escribo bajo la inseguridad
de un planeta efímero.

Escribo sobre la certeza
de lo insondable.

Escribo según los esquemas
del absurdo y de la magia
con que se elabora el universo.

Escribo desde la esperanza.
Y busco entre los recovecos del camino
el nombre de los seres que me acompañan
y trazo sobre sus pieles, mi propio nombre.

Para guardarlos de nuevo en esta arca
Antes del diluvio.



SENTENCIA
.
Fue una puerta que abriste al azar,
aquella que apenas se vislumbraba
en el contorno del muro.
La que pasaba desapercibida.
La olvidada.
La que no prefiguraba un rasgo distintivo,
y sólo anunciaba su presencia
con su picaporte de olvido.

No sugería ni siquiera una pregunta
aunque el viento soplaba por su filo.

Fue suficiente que el ojo espiara
por el ángulo oscuro del hueco.
Bastó sólo una mirada
por aquella cerradura secreta,
para que descifraras la sentencia
escrita en el dorso de tu mano
y grabada
sobre el umbral de piedra:

El presente es una puerta que se abre.
El futuro es una puerta que vacila.



LA PIEL DE LA SERPIENTE

La serpiente me sedujo, y comí
- del árbol de la ciencia del Bien y del Mal -
Génesis

I

Soy la piel exánime que despide la serpiente.
Ella se arrastra sigilosa entre la arena,
sólo su huella reconozco
marcada a fuego como un zigzagueante rayo.
Como el último vestigio de tormenta.

Yo soy el pelecho gastado y transparente.
Sólo una cuota más que se cobra el olvido.



II

Busqué la piel de la serpiente debajo de la piedra
y fue un puñal de obsidiana el que me atravesó el pecho
abierto y palpitante sobre el altar del templo.
Busqué el mensaje escrito en las escamas
y este había sido borrado por el tiempo.



No me resigné al ardiente desafío del desierto
con sus alucinaciones y sus espejismos.
No me resigné a la sed, a pesar de su acecho.
A pesar de que sus ojos me miraban.
A pesar que dejó su pelecho a merced del viento.


Mordí el veneno oculto en la manzana
y fue como morder la piel de la serpiente
con ella caí al fondo de cada precipicio donde habita la soledad.
Busqué la gota de agua en el vértice ignoto de la piedra
pero la secó con su piel, con su árido manto de escamas
hasta morir de sed.

III

La serpiente conserva su piel intacta, brillante y tenebrosa.
Esmeralda en el desierto, avanza indiferente.
A su paso las arenas se abren como un cuenco.
Alas de arena surcan la tarde.
Alas de arena que se pierden en el mágico embrujo del silencio.


La serpiente conserva su piel intacta.
Ella ,la inevitable.
Ella, la condenada.
Ella, la que esconde la escritura de Dios sobre su cuerpo.
Ella, la de los insondables laberintos
siembra de vanos espejismos el desierto.



LA PIEL DEL TIGRE


Persevero
En buscar por el tiempo de la tarde
El otro tigre, el que no está en el verso

Jorge Luis Borges

Yo soy el tigre.
El que ruge en el eco del silencio
y quiebra la tarde en trazos misteriosos.
El que viene de lejos, el sagrado,
y dibuja su huella entre la fronda.
Soy el que inspiró antiguos horóscopos
y sólo habla en la noche con las estrellas de sus ojos.
El que busca el fin del laberinto sabiendo que no existe.

Yo soy el tigre.
Llevo sobre mi piel ignotos silogismos.
El escriba que pintó mi cuerpo con infinitas
nervaduras ya ha muerto.
Siglos de sangre me acompañan, pero la soledad
devora mi destino en este universo indefenso.

Dejo mis huellas en el borde del río,
en el corazón de la pradera,
en el serpenteante secreto de la selva,
en la insondable dureza de la piedra.
Pero es inútil.
Mi belleza es efímera.
Mis ojos atrapan todavía los vestigios del sol
pero antes ardían las antorchas.
Antes los hombres adoraban mis ojos oblicuos.
Antes, en el templo, hacían retumbar los tambores en mi honor.


Los hombres caminaron sobre mi piel veteada.
Calentaron su soberbia en largas noches frente al fuego.
Mi cabeza ha atestiguado infinitas cacerías
dejando, tan sólo, la mascarada de la muerte.
Esos hombres escribieron sobre mí.
Buscaron el secreto de mi piel,
pero el escriba que trazó mis nervaduras murió con el secreto.

Yo, intento leer trazo a trazo las líneas de mi cuerpo.
Busco en el tiempo de la tarde y persevero.


EL MONO


En el punto oblicuo del pasado
está el mono.
En el revés de la trama,
el secreto.
Colgado del árbol de la historia.
Hombre de madera, despojado.
Sin heráldicos goces ni soberbias,
quebrando genealogías y orgullos subterráneos.
Desafiando el origen y la magia.
Burlando los mitos y los dioses.
Detrás de las armaduras de los héroes
sujeto al pliegue de la túnica.
Irónica sombra del mítico Zaratustra.
Como el trazo escondido del espejo,
el mono
nos mira,
desde el punto oblicuo del pasado
y habla de nosotros.




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Sube como un manto de lluvia la tristeza.
Bosteza la noche sobre sus campos insomnes.
Como serpientes, las lenguas, destejen la herencia
y un párpado inmenso dibuja la nostalgia.

Llevamos a cuestas el vacío
mendigando a las sombras la otra cara.



.
BAJO LA PIEL, LOS INSECTOS

Tocó el quinto Ángel...
Se le dio la llave del pozo del Abismo.

Apocalipsis

Allí en el centro del pozo, donde la luna mira las estrellas
Miles de insectos de alas traslúcidas traspasan la tarde.
En el eje secreto de la magia procrean ávidos estambres.
Allí donde los jazmines someten al viento y celebran la cópula
y las mujeres trenzan cabellos en sueños nocturnos.

Allí donde el aire destila innumerables secretos
y un rumor de tambores cae sobre las tristes ciudades.
Cuando el cielo se enrolla como un libro
al filo del amanecer, acecha, el ejército siniestro.

Fue la quinta trompeta la que abrió el Abismo
y despertaron las langostas voraces
fulmíneas y radiantes con su coraza de hierro y su corona de oro.
Caen como aguijones de escorpiones despiadados
Sobre los cinco meses del infierno.

Oh¡ el frágil destino de los hombres
tirado a la suerte por algunos denarios.

El Ángel del Abismo ha entreabierto el pozo
donde huyen las estrellas y pululan las sombras.
El sol como una gema hunde su magia en el fondo del mar.
Y debajo de las últimas arenas, de los ojos y de las lágrimas.
Debajo de los últimos jirones de la piel, los insectos.



LA PIEL DE LA RATA


He gastado mi sudario de muerte y espanto
En la ciudad del flautista.
Romilio Rivero


¿Qué arca congrega tu rumor de siglos?
Pestes y miserias convocan tu nombre.
Hija del escarnio y del olvido.
¿Qué es tu piel?
sólo un segmento oscuro de la nada
un manojo pardusco que se arrastra.
Una sombra perdida en los lupanares inmundos.
Sin embargo perduras contra el estigma y el odio.
Contra los espasmos del asco.

Sombra que carcome los rincones del sueño
déjame contemplar tu verdadera estatura.
Tú que roes el escondrijo de la noche
y miras por el ojo la luz que todos ignoramos.
Tú que dispersas fantasmas
en el punto más álgido del camino
donde todos abandonan.
Donde la parca arrastra su manto
y alerta las lechuzas bulliciosas del miedo.

¿Acaso no acechas desde la soledad y
en el territorio de las sombras conservas tu estirpe destronada?
¿Acaso no vagas hambrienta y sobre los escombros
quiebras lo imposible?
¿Acaso no bailas junto al encantador que renueva milagros
en el sortilegio de su flauta mágica?

Sombra de la noche que escarbas debajo de la piedra.
Entre los recovecos plagados de bestiarios y lunas.
Entre los danzarines y las mariposas fugaces.
Entre los insectos alados que traspasan la aurora.
Entre todos los seres que se extinguen,
repudiada y maldecida, sobrevives


ALFOMBRA


Sólo el cuero, despojo maloliente
secado al sol.
Curtiembre de manos hacendosas.
Sólo el cuero, mancha de luz
sobre el suelo, alfombra la tarde.

Un olor a pastos verdes y salvajes
y un rumor de pájaros duerme
en los rincones de su dibujo inerte.

Una taza de té, sostiene
el único aroma posible
sobre el despojo.



LA PARCA


Se ha sentado la muerte al borde de mi cama
y me espera.
Lleva la carcajada del amor sobre su frente
y estalla la tarde debajo de su parca.
Me busca
para renovar el eterno silogismo.
Para volverme tierra.
Para mirarme.
Para mirarme a los ojos y reflejarse
y nuevamente mirarme y reflejarse.





............................................................................................................................


Un ojo oscuro.
Un espacio cósmico que me apura.
Secretos gérmenes crecen en sus confines.

Secretos y misterios que desvelan.
Más allá de mi piel
y de mis límites.



MI PIEL

Condenada a mi forma de este mundo
Olga Orozco

Condenada a esta piel, la observo
abrirse lentamente sobre la flor del tiempo.
La desdoblo, para leer en ella su código secreto.
La estiro sobre los cuatro puntos cardinales para enredar los sueños.

No alcanza, es apenas un despojo que encoge y me atrapa.

Como tela de araña
mi piel, oculta un ojo siniestro que mira, más abajo de mí,
mi pobre ropaje que deshoja
mi pobre ropaje con su ritual de fuego.

Condenada a esta piel de barro, de pulpa de maíz o de madera
recorro sus límites y escribo sobre ella.

Trazo el último enigma de la aurora.

Escribo en la fragilidad.
Sobre la arena, con mis huesos. Esperando la última marea
mientras socava el tiempo , me desgrano.


LA LIEBRE


Desde el cóncavo vientre de la greda
- Caverna de Proteo -
La liebre
siente el latido de la tierra
y observa el universo.
Palpita sueños y carreras.
Sujeta al abismo
palpita y espera.


EL BÚFALO

Intemporal, innumerable, cero.
Es el postrer bisonte y el primero.
Jorge Luis Borges.

En algún lugar de Menfis
sobre el trazo intangible de la noche
brilla luminoso el buey Apis.
Ha lanzado el arado sobre el surco.
Ha cavado el corazón de la tierra.
Ha penetrado hasta sacarle fruto
al árido manto de la greda.

En algún lugar de China
Lao Tsé cabalga.
Lleva sobre el lomo del búfalo
un cúmulo de oraciones y de llantos.

En algún lugar de este vasto territorio
el buey carga todavía sobre su grupa,
el sagrado mandato.


JABALÍ

Más allá de su destino trágico
y la luna brillando en sus colmillos,
huye el jabalí con su presa en vilo.
Tan lejos que apenas lo observo se deshace.

Y sin embargo
tierra y sol amasijan las horas que pisa.
Lejano y real, más allá de mí,
más allá del barro y de la escoria:
El cerdo.
Dibuja su presencia, ahora.

Suyo el tiempo salvaje
que retiene – acaso – la memoria.


LA PIEL DEL LOBO

Un aullar de lobos en la blancura del bosque.
Una luna llena que dibuja la sombra.
Y el frío
la soledad
la distancia
amparan el mito trepando por el sueño.

Y el grito :
¡ Hombre lobo!

Carcome la noche.

Un aullar de lobos, como una línea detrás del horizonte.
Sólo un recorte del tiempo que se extingue
sonoro y brutal, a la luz de la luna .Salvaje y perfecto.

Sin embargo, después de los ancestros:
El otro.
Apenas un ladrido doméstico.
Sombra de lo que fue, me mira avasallado y fiel:
El perro
al calor de los leños de la casa.



EL GRILLO


Muere el grillo que canta.
Sostengo su cabeza.
Heroicas
mis manos
tantean su penumbra.

Buscan
en los intersticios de la noche
el eco de mi voz,
que es la suya
grillando sin respuestas.


LA PIEL DE LA CABRA

Sobre la roca.
Donde se tejen los abismos.
Donde la luna bebe el cáliz de la flor silvestre.
Donde el aire ondula pastizales en el hechizo del viento.
Donde el eco retumba y aúlla en la morada del cóndor.
Donde sube incesante el áspero sendero ilusorio.
Donde amanece.
Donde el sol apunta con su dedo y traza el infinito.
Donde se esparcen golondrinas con alas de azabache.
Donde despierta la magia del silencio y susurra la noche.
Donde habita el insecto.
Donde reina el embrujador del alba.
Donde espera el ara el último emisario y el postrer sacrificio.
Donde fluye el agua y llora por el ojo –el universo-

Mágica, arisca y sigilosa, la cabra,
tiembla en el vértice del mundo
en el punto secreto, equilibrista del aire.
Eterna en el tiempo preciso del instante.
Vigila el cuenco de la lágrima.





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La serpiente emplumada
abre su boca
y baja lentamente
geométricamente por la piedra
hacia la nada.


SERPIENTE EMPLUMADA

Sólo los engendradores estaban sobre el agua, luz esparcida.
Estaban envueltos en las plumas, las verdes.
Eran pues, Serpientes Emplumadas.
Popol Vuh.

Por el ojo del equinoccio
cae, tu piel.
Apenas una sombra sobre el calendario.
Apenas un rayo de luz, une la cabeza de piedra.
Cae
sobre el amor que procrea en el vértice del sol.
Sobre el territorio de la muerte.
Sobre el sueño de la vida.
Sobre los 365 días
y las 365 noches.
Tu piel
es acaso una pincelada efímera
y se arrastra y nos devora.
Y nos lleva a las cavernas despeñados.
Con todos nuestros sueños de pájaro.
Sobre la piel del tiempo.


EL DRAGÓN


Eres el dragón antiguo. El que trajo la magia.
El esotérico.
El que crece en medio de la niebla y nos acecha.

Eres el dragón, misterioso y soberbio,
con ojos de fuego, con ojos de hielo, como un estanque azul.
Creces en algún lugar de la memoria,
anclado en alguno de los sueños, brillas en medio de la bruma.

Apenas el aire de tus alas ha soplado sobre mí.
Apenas un roce de tus garras ha arañado mi piel
y llevo como un talismán tus ojos, como un tatuaje
la forma de tu escama.

No existes, sin embargo invoco tu figura de fábula,
tu boca ardiente y temeraria,
el tajo de tu cuerpo blandiendo la nostalgia.

Te invoco, donde vive la magia.
Donde se renueva el misterio con fantasmas insomnes.
Donde la noche se ilumina de abalorios.
Donde los hombres tejen fantasías
para cubrir del frío, la pobreza.

Te invoco entre la bruma.
Arrastro todos mis escudos y los quiebro entre tus huesos.
Perforo la realidad.
Abjuro de cada uno de mis miedos.
Abro todas las puertas y dejo que entre el viento.
Donde tu ilusoria realidad existe. Donde sólo habitan los sueños.


EL PLUMAJE DEL GALLO


En el vasto territorio de la noche, Hermes
despliega las alas del arcángel
que anuncia la luz.

Entre el sol y la luna, la veleta,
viaja sobre la piel del viento.

Tres veces ha llamado en la eterna contienda
de luz y sombra.
Tres veces, el gallo, propicia el alba enrojecida
en la riña feroz.

LA PIEL DEL SAPO

El sapo abrió la boca y ella,
depositó allí unas brasas encendidas
Cristina Bajo


Canta su rugosidad sobre la noche, en la esquina del agua.
Canta su posición sobre la tierra.
El ángulo oscuro, el mínimo universo de insectos y de hojas.
Canta el lugar exacto donde fluye el presente aprisionado.
Canta acaso, al tiempo, en el follaje sin memoria, ejerciendo
el único exorcismo posible, el cáliz de su boca.
Canta el holocausto donde mueren mariposas en su lengua invertida
sujeta desde el profundo secreto del instinto.

Abro su boca para escuchar el canto.
Llevo mi mano hacia el vientre frío, con los temblores del asco.
Hurgo entre su piel minúscula de diablo, aquélla que teje maleficios.
Momia imperfecta de un tiempo sin retornos.
Sombra de los huecos que perfora el olvido.

Abro el pequeño sarcófago
donde resuena el coro en el espacio y canta.
Canta un sencillo lamento
Canta al compás simétrico.
Canta contra todos los designios.
Canta ,y busco en el profundo misterio.
En su traje funerario , el ascua encendida.




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Sólo polvo
aventado en el hálito del viento.
Sólo cenizas
que arrastrará el olvido.
Sólo un dibujo
en el párpado del agua.
Una sombra
en el ángulo oblicuo del espejo.


MUTACIONES


Deberíamos pasar al otro lado del espejo
y escribir en el dorso de la mano.
Deberíamos buscar los fantasmas
para quitarles el polvo
y dar vueltas las sombras para vestirnos
con su otra cara.
Deberíamos sujetar el presente
para apoyar el rostro
y reclinar el brazo sobre el tiempo que huye.

Acaso deberíamos buscar un día sin retorno
para instaurar la memoria
y ahuyentar el olvido.
Acaso las telarañas del espejo
me devuelvan mi rostro,
pulido por las cenizas del tiempo.

Pero no será mi rostro.
Será tan sólo un simulacro
que se romperá en pedazos apenas caiga
la primera piedra.


INSTANTE


El instante es una sombra condenada
al olvido,
esa certeza se acuesta conmigo
cada noche,
su perfil se dibuja en la arena
cada día,
a pesar del agua,
a pesar del viento y del frío,
a pesar de su muerte segura.

Lo dibujo desde el recodo secreto
donde lo tengo cautivo.

El instante es una sombra condenada
al olvido.
Lo dibujo en tus ojos
para que mueran conmigo.


FUGACIDAD


Descuidado, ha dejado el tiempo
además del olvido:
El amplio muro. Alguna página.
Los pájaros que sostienen la tarde
y algunas triviales circunstancias.

Pero también el río,
y los hijos que desbordan el agua.
El paraíso , en un instante fugaz.
El fuego en la penumbra intacta.
El sabor de la manzana.
Y la frágil certeza del amor o la desdicha.


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Encendamos las hogueras
con la pasión del leñador
en una noche de frío .

Y bailemos al compás del calor sagrado
y del vino.

Bullirá la sangre
sobre la lengua roja del delirio.

Transitemos el fuego
y dibujará mi piel tu nervadura.



UNICORNIO

Reconozco en tu falo de luz, el Unicornio.
Y perfora la noche, con el punto agudo
de su marfil erecto.

Cabalgo sobre su estirpe de sueños
y recojo sobre la grupa, el imposible.

Un cuerno, traspasando el vago límite.

LA PIEL DEL CABALLO


Sujetaré las riendas, como entonces,
y buscaré el pájaro escondido
debajo de la montura sudorosa.

Cabalgaré en el ángulo secreto
en el punto mágico donde tu grupa
lleva golondrinas
y tus cascos resuenan como tambores salvajes.

Sólo tu piel ardiente y mi piel
expuestos al viento en su versión del caos.
Sólo tu relincho salvaje, retumbando.
Hollando la planicie , dejando la hoz
de tu herradura.


LA PIEL DEL HOMBRE


Mi amor es la nervadura exacta de tu piel.
Acopla el ala y busca el arrullo del silencio.
El horizonte dibuja una línea en la comisura de tu sed
y espera la mañana. Acaso también
el ocaso enrojecido vuelca su lúcida embriaguez.

Mi amor ha trazado el lado luminoso de tu sombra.
Lo arrastras en el sabor salado de tu cuerpo
y rumorea en el rincón sagrado
donde guardé las flores y los besos.


Mi amor está contigo, hecho de ti,
lo descubriste aquella tarde en el borde del aire
y me entregaste el sortilegio del viento.

Mi amor te eligió entre otros que ofrecían trofeos
y bailaban en los rincones de mis ojos con sus aves secretas.
Oscuros danzarines buscaron el diluvio
pero tú ofreciste la paz en tu altar doméstico.

Mi amor te pertenece
es tuyo en el secreto de tu cama
y recoge tu avaricia en los cuencos del alba.

Mi amor reposa entre tus brazos
me observa y me extraña.
Aspira el vértigo del abismo. Muere.
El límite de la luz abre una sola boca... y te llama.


EL LÍMITE DE TU PIEL


Guárdame, amor mío

Del hielo con sus esquirlas duras
del frío, del olvido, de la soledad.
Sujeta con tus manos el aire en la comisura del silencio.
Cúbreme, con tu tersura húmeda.
Con el contorno de tu boca.
Con el límite de tu piel sobre mi límite.
Con tus nervaduras prohibidas.
Búscame, para cabalgar contigo en el potro de alabastro
y mojar tu vientre con el perfume del mar.

Guárdame amor mío.

¿Acaso no van quedando los jirones de mi piel sobre la noche?
Guarda cada hebra para tejer la trama,
ésa que elaboraste con cada uno de tus besos
y que envuelve todo el universo.
Todo mi pequeño universo,
ése que observo cada amanecer al borde de mi cama.

LA PIEL DEL MAR

Al ven y ven aléjate, oh tormento,
a mi marea oculta por el mar.

Pablo Neruda

Moluscos, caracoles, peces fríos,
ávidos cangrejos y pulpos submarinos.
Tatuaron con sus escamas un ojo clandestino.
Más abajo del agua nos miran las estrellas.
¿Para qué anunciar entonces los peligros ?

En este viaje sobre el mar insomne
sobre su piel cambiante,
amor mío, sujeta mi cuerpo
anúdalo al mástil del navío.

El agua socava el horizonte,
ahueca los brazos de la arena.
Y más allá de las olas y la espuma.
Más allá de la sal.
Un canto de sirenas.


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En cada gota fluye el agua del principio.
En tu pupila puede verse, todavía, la manzana.
Y susurra en mi oído la serpiente.

Muchas veces en el silencio de la tarde
he oído el canto de algún pájaro
que repite para mí la antigua melodía.
Entonces,
recojo el hilo del origen
y busco en cada lápida, los gusanos
para confirmar la vida.


ALA DE LUZ


Señor, que al cabo de mis días en la tierra
Yo no deshonre al Ángel.
Jorge Luis Borges

Ala de luz
tallada sobre piedra.
Misterio de la rosa.
Deshoja
pétalo sobre pétalo
su paso por la historia.

Trémulo.
El ángel ascendente vuela,
observa el laberinto que se abre en el desierto
donde se arrastra sigilosa la serpiente.

Inmóvil.
El ángel impotente llora.
Acaso queda de él, sólo la imagen .
Piel de yeso que sonríe.
Ojo de cristal que llora.
Y sostiene,
a modo de custodia
un racimo de luces que florecen.


ALA DE SOMBRA


Sombra que cae sobre el equinoccio.
Trémula,
ala de sombra.
Oscura,
quiebra el eje de la luz.
Deshoja
en el principio el último calendario.
El último día.
La última hora.

Sombra de luz.
Sombra.
E l ángel se abate despeñado.

SIAMESES

El aire de tu aliento ha rozado con áspera inquietud
el cuello y los muñones de mis alas.
El ojo de tu nuca jamás pudo ver mi espalda
y mi sombra se mezcla con la tuya
en los dos extremos del reloj
pero nunca en mediodía.

El sol ha dibujado el trazo de la sombra
pero me niega la luz cuando se acuesta en el olvido.

Los brazos pueden extenderse y girar
como molinos de viento,
pero miran y no alcanzan el vuelo de los pájaros.

Y las piernas se enredan en un paso de baile
que repite la cadencia según
qué partitura se toque en esa tarde.

Y los pies desnudos buscan su propia huella
y se confunden y vuelven.
Y los pies desnudos buscan su propia huella
y se confunden y vuelven.
Y los pies desnudos buscan su propia huella
Y se confunden y vuelven
a buscar su propia huella.


EL ÚLTIMO ROSTRO


A la sistemática telaraña de los cazadores.
A las trampas ocultas en las sombras del bosque.
A la helada escarcha que atrapa el agua y la convierte en hielo:
le hemos robado algunas pieles.
Pero no alcanzan para tapizar el vacío
para sellar el hueco que atraviesa la memoria
y rescata el último alarido.

No he visto todavía su último rostro pero
la esclavitud me mira con sus diversos ojos.
Acecha.
Desde la asfixia donde habitan los sin nombre.

Ella avanza sigilosa.
Carnavalesca, hipócrita
dibuja sombras que vuelven a buscarme
y me disfrazan y me venden,
perfumada y expuesta,
sobre los escaparates de moda
a merced de otros mercaderes.

Ella extiende sus manos
hasta el borde mismo de mi vestidura.
Me da vuelta, respira en mi espalda,
siento su calor sobre mi nuca....



PÁJAROS


Ella, la niña que jugaba en el árbol,
aún sostiene el pájaro dormido,
aún acaricia sus alas.
Imagen de vuelos.
Aún abre sus brazos
e intenta transgredir el aire.

Pero ha visto al leñador con su hacha a cuestas
y sabe
de todos los presagios de tormentas.

Presiente el otoño y su desnudez expuesta.

La niña que jugaba en el árbol
huele a intemperie y construye
sobre la luz raída de la tarde
innumerables pajareras.


PROCLAMA


Qué hacer con este manojo de pieles olorosas
si no alcanzan para perfumar la curvatura
y sustentar el aire.

Antes que el cazador las arrebate en su juego de muerte
miro por el ojo de la noche.
Allí, donde se zurcen los tentáculos del miedo
trazo los enigmas, exorcizo las sombras
con mi alfabeto imperfecto, para elevar al viento
la proclama.

Yo que apenas vislumbro la luz al borde del abismo.
Yo que pertenezco a los náufragos que sobreviven
con una sola mano.
Yo que camino a tientas por el desierto
y sostengo la lámpara oxidada.
Yo que golpeo la puerta de todos los festines.
Yo que deambulo por todas las cavernas
y busco entre las piedras el ángulo secreto.
Yo que me arrastro por todas las arenas
y queda mi piel a merced del viento.

Desde mi pobre inventario de mendiga:

Pido por cada una de estas pieles.
Pido por mi propia piel y por la tuya
aunque mi voz se pierda en el silencio.



..........................................................................................................................


He escrito este libro sobre la piel del tiempo
Acuciada por su sustancia efímera.

He escrito este libro sobre la piel de la serpiente
Esa que pelecha y queda a merced del viento.

He escrito este libro sobre todos los seres que se arrastran
Marcando sobre la arena su imprecisa huella.

He escrito este libro sobre todos los seres voladores
Que fabulan los sueños.

He escrito este libro sobre la magia que invade cada rincón
Del universo y carcome la noche que oscurece los ojos y las almas.

He escrito este libro hurgando la tierra para encontrar el cielo
Trazando cada línea para sujetar el mundo que se extingue.

He escrito este libro sobre todas las pieles incluso la mía
Y la de todos los hombres y la de todos los animales salvajes
O sobre todo lo salvaje que queda en cada uno de nosotros
Si es que todavía podemos recuperar la inocencia.




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