Taller del Escriba 3
coordinado por
Leonor Mauvecin
PRÓLOGO
Escribir es una búsqueda de sentido. Tal vez es encontrar el sentido oculto que tienen las cosas y los acontecimientos que dependen de nuestra relación con ellas.
Cuando dejamos que las palabras corran por el papel estamos expresando nuestra concepción del mundo, la forma particular de entender y sentir la vida; y muchas veces al escribir descubrimos lo que estaba oculto, aún para nosotros mismos.
Borges dice: “lo grandioso no está en lo fabuloso de algo, sino en imaginarlo” lo grandioso está en lo cotidiano, en las cosas que nos rodean, en nuestra propia vida, sólo necesitamos verlas y contarlas de una manera diferente “imaginar otras posibilidades de lo común” “Es lo común tratado imaginariamente lo que constituye la excepcionalidad de un buen cuento” o un buen poema.
Lanzarse al mundo de lo imaginario permite vivir otras vidas. Las palabras son un nexo entre el mundo real y ese otro, que fabricamos en nuestra mente y que surge de la propia experiencia.
La memoria es entonces el arcón del escritor, al que acude a buscar los elementos que le servirán para construir historias en las que se reconocerá a sí mismo, no importa lo extraña que parezca la historia, siempre en ella dejará constancia de lo vivido o leído.
Borges en su prólogo al libro titulado El informe de Brodie, dice:“He intentado no sé con qué fortuna, la redacción de cuentos directos. No me atrevo a afirmar que son sencillos; no hay en la tierra una sola página, una sola palabra, que lo sea, ya que todas postulan el universo, cuyo más notorio atributo es la complejidad”.
Escribir es emprender un viaje y en él, los escribas han alivianado la nave, llevan las especias que dan sabor, pero sólo las palabras imprescindibles son suficientes, ellas alcanzan su significado. Viajan libres, dejan que su interior fluya sin ataduras, sortean con tesón las dificultades de la travesía, pero cuando llegan a la tierra prometida, recogen los frutos.
Así, emprendemos el viaje al complejo mundo de las palabras en busca de aventuras. Cada enunciado puede resolverse de mil maneras, cada pensamiento puede ser descifrado según el mundo interior del autor, del personaje o del lector
Pero para partir, como Ulises, en busca de nuevas emociones, los escribas debieron soltar amarras, atreverse a soñar, imaginar mundos posibles, alejarse de los lugares comunes .No intentar lo prodigioso, pues en las cosas simples está la belleza. No intentar persuadir a los compañeros de viaje sólo, como dice Borges, distraer y conmover.
Los invito a compartir este viaje. Viaje que han emprendido los integrantes del Taller del Escriba impulsados por el viento de la imaginación, con el velamen de papel de las páginas del tercer libro de El Taller del Escriba, navegaremos mares sombríos y luminosos , y conoceremos diferentes puertos, donde la vida madura como una fruta.
Belén Antuña nos lleva a buscar en la “memoria, el olor de la gente”, en las tardes de verano de su pueblo: “el olor a tierra mojada que antecede a la lluvia”, en los niños que mira jugar desde su ventana, “el olor a mandarinas robadas”. Con un lenguaje despojado y con un reloj sin manecillas, dibujado en un papel, marca el tiempo de la nostalgia donde recuerda a Elena, nuestra amiga ausente. El amor, una constante en su escritura, emociona con sus imágenes poéticas y descubrimos, en lo cotidiano: la belleza.
Un consultorio donde el absurdo encuentra su lugar y el humor aparece desde la anécdota, es el ámbito donde se sitúa Hugo Caparroz. En el mismo viaje nos internamos en el sórdido mundo de Romero que vive una vida sin tiempo, “como vindicación, usó la fragilidad de un papel y dibujó un reloj al dorso de una hoja blanca”. Hábilmente el autor lleva de la alegría a la tristeza con historias verosímiles y conmovedoras.
Elsa Carranza, notable narradora, permite con fluidez, observar el mundo desde una mirada íntima. El dolor de la casa paterna en el adiós y la persistencia de la vida “Todo estaba en mí, partiría conmigo, en mi alma, en mi sangre”. El amor imposible, el humor, la ironía cobran vida en los objetos inanimados. El amor y la muerte en cuentos donde la realidad y la fantasía florecen como “una pequeña rosa blanca entre sus dedos.”
La poesía aparece de la mano del joven poeta de Mercedes San Luis, Agustín Edmé, y nos acerca la ciudad con sus desvelos y sus fantasmas. El poeta inicia allí un viaje interior, se busca a sí mismo y presenta un universo de preguntas, ¿Quién camina en círculos por la noche?.La palabra asume la dimensión de una materialidad intangible que se persigue y se interroga
Ahora es la muerte con su carga de angustia la que busca y nos sumerge en los laberintos de un destino fatal .Una muerte que también mira con ternura y que “se fue alejando en puntas de pie”. Es Luis Garay, con sus historias donde el dolor, el amor, la ternura y el espanto, se convocan en un aquelarre de visiones de ultratumba. Se sitúa en el límite de la existencia, con la magia de una narrativa sólida y experimentada.
“Grabaré en el aire un epitafio para que vuelvas” dice Karina Godoy, y todos volveremos seguramente a esta poesía de ausencias, donde la palabra acerca un mundo lírico sin dudas y el prosaísmo aparece como marca ritual de lo vivido. Joven poeta, dueña de una voz madura y una poseía conmovedora.
“Esa, la que escribe, con pulso débil y tinta fina en una noche eterna”.es María Luz Guzmán, con apenas quince años, sorprende .Ella es la que se busca entre palabras, es la que pregunta quién es “¿La que derrama pétalos y polvo de estrellas en tu almohada?” Es la que “permanece frente a su hoja desnuda con la vista perforando el muro y una lágrima pendiente”, Es Luz y como su nombre nos dice, ilumina con su poesía.
“Me transformo en la piel de mi amado como un huracán que lo arrasa todo.”, así apasionado es el hondo lirismo de esta poeta, Fanny Jaretón, que nos permite adentrar en los intersticios del amor y del erotismo a través de la fuerza evocadora de su palabra poética, la entrega, la ausencia y el desgarro se conjugan en una voz íntima y personal “el amor se hace verbo en su pecho y ella obsecuente escriba; escribe para no morir.”
“La espuela de la noche clavó su aguijón, y el hombre alucinado abrió los ojos” como un aguijón son estos cuentos de profundo lirismo, la vida cotidiana se vuelve tangible en las acertadas palabras de María Moreno. Los personajes del pueblo, la maravilla del campo, el perro negro, la orfandad del pájaro, la mujer y la rutina, se hacen realidad en estos textos profundos. Cuentos que convocan, como a esos niños que “corrían detrás de la ilusión, de atrapar entre sus manos la grandeza de la luz.”
Alicia Osuna nos lleva de la mano al mundo de la infancia, en sus historias las palabras huelen a frescura, a inocencia. El amor es una flor que se abre en el recuerdo de tiempos idos. La vida renace entre las ramas de un árbol. Las palabras están atravesadas por una profundidad tal, que invita a beber algunas gotas de rocío y mecernos con el viento fresco de la tarde.
Los equívocos, la trampa, los milagros, son la materia con que Nilda Paz elabora estos cuentos donde la intriga y la sorpresa se unen en historias que atrapan y conmueven. Con un lenguaje preciso pero de oculto lirismo, la autora escarba en las fibras más intimas de sus personajes mostrando su psicología con profundidad “Mis ojos ven un pedazo de cielo color azul intenso” expresa en uno de sus cuentos y podríamos decir, que nosotros los lectores también.
Como pequeños aguafuertes Dora Piñero, pinta escenas de la vida. Son retazos de un acontecer que se desgajan como pétalos de una flor .Dueña de un lenguaje sencillo, reduce el trazo de la realidad a pocas y certeras palabras. No necesita más para contar del juego, la sorpresa de la muerte, la siestas veraniegas, la maravilla del duende o la coartada del crimen .Y también el lirismo que aparece detrás de un croar incesante que sube desde el río, como marca del tiempo.
“Brotó un sueño envejecido y desnudo, una flor con pétalos de seda”, así como esos pétalos que nombra Florencia Rodríguez, son los poemas que nos regala desde su juventud, esta poeta. El espacio interior de su poesía se abre hacia el ámbito de lo vivido, con el dolor de la búsqueda incesante del amor. “Una lágrima entre el espejo y yo”. Una realidad que se muestra en la imagen especular donde todos alguna vez nos miramos.
Amante de los cuentos policiales, Francisco Salaris sorprende: “¿Seré, como dice mi profesor, el caos?” Con sus quince años no deja espacio a la duda: ya es un escritor. Con un talento precoz, da vida a estas historias donde la intriga y la sorpresa muestran las cualidades de un buen cuento. Asombra el despliegue de imaginación con que resuelve argumentos que se apoyan en un lenguaje maduro y de sólida factura.
Por los infinitos pasillos del laberinto conduce a sus lectores Daniel Santoro. Con maestría desenhebra un antiguo ovillo de palabras y ofrece un hilo narrativo que seduce y conmueve. Este excelente narrador nos lleva al mundo de los deseos incumplidos, en la piel del joven enamorado de su profesora de francés. Y con la magia de una voz intensa y expresiva recorremos el país de pasado en el Manuscrito incompleto y descubrimos con él la poética del lenguaje.
El discurso tiene el poder de retener la flecha ya lanzada, en un retroceso del tiempo que es su propio espacio. El tiempo del relato es aquel que rescata la vida con sus mínimos detalles, y el de la poesía, es el tiempo del mundo interior que se manifiesta. Todo discurso que busca una estética particular, es el tiempo que no envejece.
Grande es el desafío del papel en blanco, los escribas buscan en él la posibilidad de trazar el puente que una las palabras y las cosas.
Los invito a un encuentro con la palabra, a descubrir el universo ficcional de estos autores, encontrar el reflejo del mundo interior que los convoca, y en él, a nosotros mismos, como parte de ese todo que nos contiene y nos justifica.
Leonor Mauvecin
miércoles, 16 de julio de 2008
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