viernes, 8 de junio de 2007

Comentario de la Voz sobre LA CAJA DE MADERA

Autobiografía desesperada
Por Carlos Gazzera l De nuestra Redacción.
cgazzera@lavozdelinterior.com.ar

En este poemario autobiográfico, sutil, la autora logra desplegar todas sus fuerzas poéticas para desenhebrar las fibras que la constituyen como mujer, como hija, como madre, como esposa, como poeta. En cada verso algo parece volverse impalpable y en esa transformación la poesía cree alcanzar a la vida. “Mi prima tiene guardados / a los abuelos / y a los tíos abuelos / en una caja de madera. (… ) Mi prima los embriaga cada noche / con su cuota de whisky y de olvidos. / Deja respetuosa el vaso / sobre la caja de madera. / Cada noche / silenciosa / teme despertarlos”.

Leonor Mauvecin recorre, entonces, esa cornisa que es el Yo que se vuelve poético. Están los antepasados, está la memoria, pero está en juego el olvido. No se puede vivir los recuerdos familiares sin el olvido, y esa caja de madera que reúne en un solo polvo lo que ese pasado fue, es la garantía más precisa de lo que hoy se es. “Debo escarbar despacio. / Retirar la hojarasca. / Separar el polvo de los huesos. / Acomodar cada cosa en su sitio. / Saber qué hacer con lo que sobra. / Ordenar las palabras.”

La caja de madera está compuesto por 27 poemas; todos muy breves, todos muy directos, en todos el yo poético se muestra en su voz más íntima, más indeleble. En realidad, todo el libro parece ser un único y largo poema–río que, a modo de una elegía, conjura a los antepasados para dotarlos de una memoria. Refuerzan esta sensación de estar leyendo siempre el mismo y único poema la repetición de ciertas palabras, de ciertas imágenes que se van desagregando en diferentes momentos del poemario y, sobre todo, el total estatismo que configura al yo poético. No hay evolución, no hay transformación. El Yo está asujetado, atado a una operación de olvido-recuerdo. Entonces, lo autobiográfico parece brotar desesperadamente a borbotones: “Escribo en la palma de la mano / en el revés / el código secreto. / Nadie habla en voz alta / pero el ojo de la cerradura / espía y sabe. / Altos los anaqueles / en la biblioteca de mi padre. / Hoja a hoja/ mi infancia / como un reloj de arena/ se desgrana.”

Leonor Mauvecin integra junto a los poetas Sonia Rabinovich, Leandro Calle, Rafael Velazco, Rafael Sucari, Liliana Levín, Alfredo Lemon y Julio Castellanos, un grupo literario que han autodesignado con el nombre de Bajopalabra y que se reúne todos los sábados a compartir sus producciones y a intercambiar sus opiniones sobre los escritos de los miembros del mismo. De esta experiencia surgió La caja de madera. De esta experiencia podemos esperar otras “cajas”. Sólo nos resta conocer si tendrán la misma buena y noble madera.