jueves, 10 de mayo de 2007

LIBRO: LA CAJA DE MADERA


La Caja de Madera
Ediciones Argos 2005 Fondo estimulo Municipalidad de Córdoba


LA CAJA DE MADERA
(LIBRO COMPLETO)


Leonor Mauvecin








La caja está allí, sobre la mesa, a un costado de la sala.
Es la caja que mi tío hizo, con sus manos adolescentes.
Es de madera y mi prima ha guardado en ella, las cenizas de todos nuestros antepasados.









Todos estaban allí y me miraban.



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Mi prima tiene guardados
a los abuelos
y a los tíos abuelos
en una caja de madera.

De madera es el árbol
de los antiguos bosques
donde bebían whisky
y comían plom-pudding
y dormían —como ahora—
con sus duendes,
serenos.
Como las serenas hojas
de los altos árboles
seguras del olvido.

Mi prima los embriaga cada noche
con su cuota de whisky y de olvidos.
Deja respetuosa el vaso
sobre la caja de madera.
Cada noche
silenciosa.
Teme despertarlos.




***




Vengo aquí insomne
de tantas, todas estas palabras
que pugnan por salir de oscuras bocas.
Bendita forma de transitar preñada.
Y yo aquí
rodeada de aire
acorralada
intento el vuelo, y en el borde
veo mis alas convertirse en polvo.
Pero vuelven, inclementes, las palabras
a buscarme
esas que hablan y reclaman.
¿Estoy loca? Pregunto.
¿Qué son todas estas voces?
Mientras crepita el fuego de la hoguera dice:

Juana
Juana
Juana
Abro la boca y canto
por todas las cenizas que sostiene el aire.



***




Nacida en los últimos cincuenta años
del segundo milenio, Leonor escribe.
En la región secreta del lenguaje
en la memoria, anuda símbolos.
Teje y desteje,
busca
donde mirar y ver y descubrirse.


***



Descifrar el secreto, el oculto código,
el signo en el laberinto de la estirpe.

Descifrar en sangre, en palabras
el ropaje de hechicera, ese que fabula y recrea
el primero, el último enunciado.

Templo de palabras que bebo insaciable

Crear y descifrar
íntima tarea que nos vuelve aves
y nos devuelve el vuelo, en el misterio del árbol
en la suave comunión
del pájaro y la rama




***



Mi madre
anduvo entretejiendo exilios
en cada espacio de la casa.

Su madre y su padre
los padres de sus padres
náufragos fueron
en esta travesía del olvido.

Sobrevivientes
volvieron a buscarme
los abuelos a decirme palabras al oído.
Sus vestigios
buscaron en mi sangre

El color de los ojos
la mirada
y este andar entretejiendo historias
por entre las cuatro paredes de la casa.



***




Madre, es Ulises el que navega?
o es Homero el que cuenta que Ulises navega
y Homero navega en brazos de Ulises?

Madre, es Penélope la que teje la espera?
o es Homero el que espera
que Penélope teja su historia
la historia de él y de todos los Ulises
de Leopold Bloom
de Miguel O’ Sullivan
- mi bisabuelo-
que navegó hacia el sur
- hacia el exilio-
desde la tierra de Joyce
de Bloom, de Ulises
y de todos los hombres
para que, como todas las mujeres
Penélope espere
y teja
la trama de la historia.


***



Debo escarbar despacio.
Retirar la hojarasca.
Separar el polvo de los huesos.
Acomodar cada cosa en su sitio.
Saber qué hacer con lo que sobra.
Ordenar las palabras.
Encontrar la punta del ovillo.
Cortar el nudo.
Abrir las puertas.
Y echar de menos
todo lo que falta


***



De niña aprendí a escudriñar fantasmas.
Jugué con ellos en el último altillo.

Me vestí del blanco sudario
con el viento que asusta
y golpea puertas y ventanas.

Y ahora que el tiempo despierta demonios
y esparce el blanco fulgor sobre la sombra,
busco en vano la orilla donde la realidad se instala
y construye simulacros:
ciudades incendiadas, avenidas
y balcones
para mirar con dolor mi propia orilla
desnuda de fantasmas.




***



Almizcle, clavo de olor
la fruta disecada.
Agridulce
el sabor, en la cocina de la casa.
Vuelve allí el navío
con su carga de Irlanda
navega
por los ríos de la lengua
juega.

Abre la tarde su caja de Pandora
y vuelan oscuros pájaros
que develan
antiguos sueños de duendes y fantasmas
insomnes, caminan
el derroteo de un tiempo
que se agosta en vendavales.
Por los contornos de mi casa es abril.
Apenas si me entero
que es otoño
y se olvidarán las hojas.



***



Una clara se espuma
en el cuenco:
Nube.
Azúcar.
Sólo sueños.

La niña en la casa solariega.
Sólo viento.
Una clara se espuma
en el cuenco:
Lágrima.
Azúcar y nieve.
Algún pétalo.

La mujer en la tarde que la habita,
sólo bate
una clara que espuma los recuerdos.




***




Hoy han vuelto.
Por todos los senderos de la noche han venido
a llorar en mi lecho
Delmira Agustini



He vuelto a decir
los nombres familiares
vuelven las cosas
y todo el mundo del olvido , vuelve.
Vuelve
viajero en el aire
en el perfume
vuelve.
Oscuro rincón del olvidado.
Nervadura
en la hoja del otoño.
Vuelve
y se esparce, aroma
entre las cosas
y nos dice
la cifra exacta de los días suyos.


¿ Quién espera?

En el umbral, la muerte
con sus ojos me mira.

Bajo la lámpara
- hago buena letra-
Mi padre y mi madre – escribo.
Los padres de sus padres – escribo.
A la luz de la lámpara
- hago buena letra-
Sola
con mis fantasmas
escribo.
***


Lejos como en la muerte
Siento arder una vida vuelta siempre hacia mí.
De Rosario de Eros. Delmira Agustini



Hay un último libro
ese que no alcanzan las manos de la niña.
Hay murciélagos en los ojos
y un collar de cristales y cenizas.
Late el corazón en medio de la pena.
Vuelan los pájaros y el búho.
Nadie oye el rumor del verso entre las hojas
sin embargo desde el último anaquel el ojo mira.
Susurra Alfonsina [1]
entre las páginas, en otoño
Un pez de papel hunde su silueta
en un mar ilusorio.

Lee la niña y canta
Canta con Gabriela[2]
“ A la ronda / ronda
de papel / tijera
a la ronda / redonda
de la luna nueva”

y muere Delmira[3]
en un hotel de paso
mientras se enhebran
irreverentes
las cuentas del rosario.



****



Escribo en la palma de la mano
en el revés
el código secreto.
Nadie habla en voz alta
pero el ojo de la cerradura
espía y sabe.
Altos los anaqueles
en la biblioteca de mi padre.
Hoja a hoja
mi infancia
como un reloj de arena
se desgrana.



***




Acaso me leías en el agua? Madre
¿Acaso el hilo finísimo de una bujía
escribía en el aire
tramo a tramo los pasos de la niña?
¿Acaso el rey de bastos
la copa
el oro
jugaban?
Kabaláh en la lumbre.
Temblor pagano, el de la mano
- divina mano-
que tira al azar mis cartas
en la mesa.



***




El exilio nos llega por las cosas
Itaca,
es sólo un sueño
nadie teje el regreso.

Teseo ha vuelto, pero
es inútil elevar la bandera equivocada
ya nadie morirá por ello.

¿Qué mal vendí mi casa?
¿Qué la entregué como se venden
las esclavas en el puerto?


***



¿La casa?...la casa flotaba en el aire
La casa del aire. L.Mauvecin



Mañana cuando vuelva
sólo el vacío.

Apenas
los fantasmas
susurrarán despacio.

Palabras
rehenes del olvido.

Yo diré:
—Es el viento—
y cerraré de nuevo
la ventana.


***




Sangre.
Esbozo de un atardecer.
Sangre.
Río de bosques que sollozan al viento.
Sangre.
Canto rodado. En el cauce, arena.
Sangre.
Aroma de encinas
que abre las puertas del pasado
Sangre.
Que me ahoga a borbotones
y sigue regando
las flores del oráculo.



***


Vuelve, ala, sombra,
vuelo,
despeñada.
La rosa
sobre el rosal tardío
oscurecido, como un pájaro
se desangra.


Compro flores en la feria.
Blancas.
Todas blancas.
Flores
que espuman en rosa / sangre
el colorado.

¿No volverá en mí, la rosa?

Imposible —me dijiste—
a la tarde le duele la mañana.


***


A mi padre


Sólo nombrarte jinete de Babieca o Rocinante
Sólo nombrarte – padre-
de vientos y de pájaros y el azul
en la esquina de la casa.
Y un rumor de caballos viene con el agua
y un rumor de páginas
y de voces
y del libro que se abre en el poema
y del silencio.

Desde siempre y de antes - hombre de palabra-
Con todo y tanto y poco y sin embargo
esas tus manos extendidas
abiertas en bandadas
fabricando andamios
colgados nidos
sobre el aire.

***



A Pedro Mauvecin, mi abuelo.

Eran los altos Pirineos de Francia
era la roca, la abeja, el vino,
era el viento
una filigrana de sueños en los ojos,
acuarelas de estío, en el ausente.

Era un círculo de tumbas que se abría
sobre la mesa, como una baraja.
Y un castillo ilusorio con su historia, salvaje,
me contabas.

Era el ajedrez, los botones de perlas,
las zapatillas bordadas y la guitarra.
Y ese andar por caminos polvorientos,
trayendo historias
de aquella lejanía, Catamarca.


El tiempo como siempre se complace
en borrar el contorno del recuerdo.
No volverá el extraño.
Ausente queda.
Ingrata siesta del ayer perdida
que me deja un hoy, en añoranza.


***


A Emilia Ferrer., mi abuela.



Olvidé decirte que se llamaba Emilia como yo.
Que llevaba un brío de caballos en sus ojos
y el porte de criolla con mirada ausente.
Que tenía en el rostro un espejismo
y en la boca una flor.
Que su linaje se trenza con otro
más y más antiguo
y con las raíces del árbol de esta tierra
en cuya sombra caben símbolos y palomas.


***



A Etelvina Imas, mi abuela.


Era tan mujer y tan espectro en los relatos de mi madre
que sus ojazos de vasca me miraron,
que sus dedos de muerta acariciaron,
mi cuerpo en medio de la tarde.
Y subió como un hilo de plata desde el corazón
y su otra cara
donde anidan los sueños perdidos
donde habita el camino que nunca será
y el vino derramado en el umbral de la fiesta.
Pero no queda de ti tan sólo ese pasado inconcluso
Descolorido, en un retrato en sepia.

Aquí estoy mirándote abuela
en el espejo de la niña que fui
como una blancanieves que muerde la manzana envenenada
y queda atrapada en el sueño de la muerte.
Pero confieso que volví contigo
entre las puntillas y los amuletos
entre las luciérnagas y los abanicos arrastrados por el viento.
Entre las palabras
que reinan en el crepúsculo
para estallar en la memoria
cuando la noche hace su pausa
y emerge el ángel de la ausente.
Desconocida
Hechicera
como canción a medianoche
dispuesta a romper los espejos del presente.

Y es un escándalo tu sangre entre mi sangre
agita el monstruo que desfila desnudo
con su rostro invisible
mientras danzamos
tú y yo
vestidas tan sólo de recuerdos
la íntima melodía que nunca envejece.


***


A José O’Sullivan, mi abuelo

Volverás sobre el patio cerrado de la página?
Abrirás para mi
la cerradura del pasado
donde se guardan las palabras
que tiramos al agua del olvido
en el reino sagrado del Ogham?
Huérfanos sin la magia, si la vara de los druidas.
Exilados del prado, del muérdago y la verbena
miramos el retrato de tus ojos
ahogados
en tu océano de noches imposibles
en plenilunio.

¡Ay abuelo!
Bebe
y danos de beber el sueño
de aquellos sueños.
Dame de beber el sabor de la cebada
en el último viaje,
el del retorno.


***


Despierta.
Que en el sueño
los que sueñan
se creen despiertos.
Despierta.
No es Ofelia la que ha muerto
y flota entre las hojas del cedro.
Despierta.
Es la niña que jugaba con el polen,
el amarillo,
el sol
entre las alas del insecto.

En el sueño los que sueñan
no lo saben
y duermen.
En la vida tampoco lo sabemos
y nos sucede la muerte.



***




Ella teme despertarlos.
Silenciosa
cada noche
sobre la caja de madera
deja respetuosa el vaso
con su cuota de whisky y de olvidos

Mi prima tiene guardados
a los abuelos
y a los tíos abuelos
en una caja de madera
de madera es el árbol.




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[1] Alfonsina Storni: poeta argentina (1892-1938)
[2] Gabriela Mistral: poeta chilena (1889-1957)
[3] Delmira Agustini: poeta uruguaya (1886-1914)

1 comentario:

  1. Hola Leonor.
    Necesito comunicarme contigo.
    Mi correo electrónico es segadesmanias@gmail.com
    Cariños

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